viernes, 22 de junio de 2007

Capello: Objetivo cumplido

Cuando Ramón Calderón ganó las elecciones hace casi un año en un proceso que, como mínimo podemos calificar de accidentado, llevaba consigo bajo el brazo cuatro principales bastiones que, a los resultados me remito, le catapultaron al triunfo: tres jugadores consagrados y un entrenador de éxito.

Los tres jugadores, sólo con pronunciar su nombre, generaban ilusión en el madridismo: el milanista Kaká, cuya elegancia le señala como único heredero de Zidane, el holandés Robben, velocista de cal y con gol, para no descuidar una banda izquierda ya agotada en la figura de Roberto Carlos, y el catalán Cesc Fabregas, cuya juventud, fuerza e ilusión casaban con el espíritu de renovación que quería impulsar Calderón en su proyecto.

El entrenador era Capello. En medio de tanta ilusión, garantizaba rectitud y éxito. La masa social pedía, antes que títulos, esfuerzo y alguien capaz de imponer ritmo de trabajo en una plantilla que parecía pedir a gritos una radical limpieza en el vestuario, cuyo vedettismo y 'faranduleo', si se me permite la expresión, además de una dirección patriarcal y muchas otras circunstancias, habían llevado al Madrid a una crisis brutal, nunca conocida en la casa blanca.


Otros nombres aparecieron en su campaña. Pedrag Mijatovic, principal valedor de Capello, que el madridismo entero identifica con el comienzo del éxito, cuyo gol en aquella final de Amsterdam supuso la vuelta a las alturas y, otro ilustre, Vlade Divac para encontrar fórmulas de éxito en una olvidada sección de baloncesto.

Las realidades de todo este elenco fueron exclusivamente dos, si tenemos en cuenta que Divac cobra por no hacer nada y en las oficinas blancas siguen sin saber a qué se dedica: Mijatovic, el valedor, y Capello, el 'validado'.

Dicen las malas lenguas, que cuando Ramón Calderón estaba construyendo la candidatura, quería a Schuster. Y que al toparse con Pedja Mijatovic, al escucharle, se enamoró de sus planteamientos. Y Mijatovic, lo primero que le dijo fue que necesitaban un entrenador que garantizase títulos. Y que si eso existía, el hombre era Capello.


Pues bien, casi 11 meses después, aquí estamos. Tras dimes y diretes, tras el rifi-rafe con Cassano, tras la salida de Ronaldo, tras la supuesta dimisión del italiano, tras el desplante de Emerson, tras el adiós de Beckham y Roberto Carlos... Capello ha cumplido, punto por punto, su compromiso con el club: limpió un vestuario podrido, cuyo gusano, al parecer, era Ronaldo. Desde que marchó el brasileño, con la espinita de Munich, parece que suene otra música en el vestuario; devolvió el orgullo a una camiseta, tal y como prometió el día de su presentación, perdido por una generación de futbolistas más preocupados de otros compromisos que requerían, desde luego, mucho menos esfuerzo; y sobre todo, rompió la sequía. Y el fútbol, amigos míos, como casi todo en la vida, se mide por resultados.

A Capello se le contrató para hacer lo que ha hecho. Simple y llanamente. Porque, el espectáculo que ahora parece preocupar al señor Calderón, debían ponerlo otros. Esos que llevaba bajo el brazo. Porque lo que no le podían pedir al italiano es que con Reyes, Gago e Higuaín, hiciese lo mismo que con Robben, Cesc y Kaká.

Lástima que el sentido de responsabilidad para con el Bernabeu que parece hacer meditar a Calderón y a Mijatovic no lo tengan para todo. Porque, mientras, el italiano, orgulloso como pocos, puede mirarse al espejo y decirse: 'Objetivo cumplido'.

4 comentarios:

Montu dijo...

Muy buen articulo.

Alvi dijo...

Si señor, este Jakcs parece que sabe escribir...no seras periodista no?jeje

Alvi dijo...

Perdon queria decir Jacks.

Anónimo dijo...

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